Uno de los prejuicios más frecuentes en lo que concierne al Islam es la acusación que se le hace de ser una religión guerrera y violenta y la de haberse expandido por la fuerza.
Alimentan esta postura la propaganda de los medios masivos de difusión con un tratamiento antojadizo de la situación en las regiones islámicas y sus conflictos y, en general, toda la educación e información que sobre el Islam se transmite en occidente, empezando por los textos de historia de los colegios de enseñanza media. El tema de la 'guerra santa' es citado por muchos pero comprendido por muy pocos.
Digamos en primer lugar que el Islam compromete totalmente al individuo y a la sociedad por la Causa de Dios, que es la causa de la Justicia entre los hombres. Una de las obligaciones del musulmán es 'ordenar el bien y vedar el mal', y esto constituye un acto obligatorio de la fe islámica. El musulmán sabe que la verdadera piedad reside en una conducta comprometida con sus hermanos en la fe y sus congéneres, y en esto se guía por el dicho del Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) quien dijo:
"Ninguno de vosotros alcanzará la fe (verdadera) hasta que ame para su hermano lo que ama para sí mismo".
dijo también:
"Quien comienza su día y no se interesa por los asuntos de los musulmanes, no es de los nuestro".
Bastan estas referencias para comprender que en el espíritu de la religión islámica no se percibe esa dualidad (generalmente hipócrita) entre el poder temporal y la esfera religiosa. El Islam es una unidad y ningún asunto humano le es ajeno. En el Islam, la religión, la política, la economía o el gobierno de un estado no están separados, sino integrados en una misma unidad de acción y concepción.
El Islam prescribe entonces la lucha, principalmente en legítima defensa ante la agresión externa que sufra el pueblo islámico. La legítima defensa (de su territorio, de sus bienes y recursos naturales, de su modo de vida, de su libertad y creencias) es un derecho inalienable de toda comunidad así como de todo individuo. Tal lucha, en defensa de valores sagrados como la libertad, la fe y los bienes legítimos, es para el Islam una lucha sagrada, es el Yihád o combate por la Causa de Dios.
"Combatid por la Causa de Dios a quienes os combatan. Pero no os excedáis o provoquéis, porque Dios no Ama a los agresores". (Corán 2:190)
"¿Qué os impide combatir por la Causa de Dios y la de los indefensos oprimidos: hombres, mujeres y niños que claman: '¡Señor nuestro! ¿Sácanos de esta ciudad de gente opresora, y concédenos de Tu parte un protector, y danos de Tu parte un socorredor! ". (Corán 4:75)
A lo largo de la historia, desde sus mismos inicios, el Islam se expandió por la persuasión y el valor del ejemplo, ejemplo de justicia y comprensión.
Bizancio y Persia atacaron al Islam en sus orígenes, y éste respondió a sus agresiones con la fuerza de la fe pese a la inferioridad de recursos. Los musulmanes fueron recibidos como libertadores en esos extensos territorios del mundo antiguo.
¿Acaso si los musulmanes hubieran sido injustos hubiera perdurado la fe islámica en esas regiones (el Cercano Oriente) hasta hoy día, o en otras, como China, África, o el Sudeste Asiático?
O tomemos el ejemplo de las cruzadas, ¿no fueron acaso promovidas por occidente en aras de una pretendida causa religiosa, que era más bien hegemónica, económica y política?.
El Islam sostiene que la violencia es de dos tipos: aquella que es agresión, injusticia y opresión, y la que con justicia se opone a ellas.
Las sociedades humanas, y la humanidad en su conjunto, son como un cuerpo vivo sujeto a las condiciones dinámicas del desarrollo, la enfermedad, etc. Cuando un organismo extraño penetra en el cuerpo humano, éste se defiende apelando a su sistema inmunológico, ataca al intruso y da cuenta de su presencia con fiebre y otros síntomas. ¿A alguien se le ocurre pensar que esta violencia del cuerpo contra otros seres vivos que pueden alterar su equilibrio y llevarlo a la muerte, es injusta?. Desde luego que no.
De manera análoga las sociedades deben defenderse de aquello que las socava y pretende destruirlas, llámese corrupción o injusticia, violencia, iniquidad, mentira o engaño.
Islam significa paz, y las condiciones para la licitud de la guerra en la ley islámica son muy precisas: debe existir el antecedente de una agresión o una amenaza cierta de ella que ponga en peligro a la comunidad islámica. Jamás los musulmanes fueron agresores, y las ocasionales injusticias de algunos hipócritas y desviados no permiten generalizarlo al conjunto. La orden de Revelación es preferir siempre la paz.
"Y si se inclinan hacia la paz, ¡Inclínate tú también a ella!, y confía en Dios". (Corán 8:61).
"Si se apartaron de vosotros y (ya) no os combaten, y os ofrecen la paz, entonces Dios no os faculta para subyugarlos " (Corán 4:90)
Más aún, debemos al Islam la humanización de la guerra.
Catorce siglos antes de la Convención de Ginebra (Protocolo de 1925) el Profeta sentó el precedente y ordenó el trato humanitario de los prisioneros, el respeto de las propiedades privadas del campo enemigo, la no agresión a personas no involucradas en el combate, el respeto de los acuerdos, etc., todo lo cual las avanzadas naciones occidentales no respetan (pese a los acuerdos que firmaron) ni siquiera hoy día. Esta apretada reseña de la posición del Islam ante la violencia y, sobre todo, el testimonio objetivo de la historia, muestran que el Islam y los musulmanes son en verdad los agredidos y no los agresores. Y así seguirá siendo mientras haya musulmanes que mantengan en alto la bandera de la justicia, y proclamen la verdad.
"Sois (musulmanes) la mejor comunidad que jamás se haya suscitado entre los hombres: Ordenáis el bien, prohibís el mal y creéis en Dios". (Corán 3:110)
La situación de la mujer
El Islam enalteció a la mujer y la equiparó al hombre, al punto que en el Sagrado Corán recibe un trato igualitario con su pareja (es prácticamente el único libro sagrado que se dirige a la mujer como tal y la trata en pie de igualdad con el hombre). La mujer es valorada en la sociedad islámica por su inteligencia y virtud.
Desde sus mismos orígenes el Islam le otorgó a la mujer derechos y privilegios que la mujer occidental, en la mayoría de los países, sólo obtuvo en este siglo, como el libre manejo de sus bienes, la capacidad de testar, el derecho al divorcio, la separación de gananciales, el derecho a recibir un salario por tareas realizadas en su propio hogar, etc.., La mujer es, para el Islam, un tesoro incalculable, un bien fundamental sobre el que se cimenta la familia, núcleo de la sociedad. El Profeta destacó enormemente el valor de la mujer como compañera del hombre, esposa y madre. Colocó a la madre en una jerarquía tres veces superior a la del padre, y dijo: 'El Paraíso yace a los pies de las madres', y prometió la misma recompensa para quien críe, sustente y eduque en el bien y la fe a una hija mujer.
Pese a esta realidad incuestionable, existe el prejuicio, debidamente alimentado y atizado por los medios masivos de difusión al servicio del imperialismo, de que la mujer es poco menos que esclava en la sociedad islámica; y el blanco preferido de esta crítica es el pudor de la mujer musulmana que cubre su cuerpo y no lo exhibe como en un escaparate.
Lo que en otra época, en una sociedad más sana, se hubiera valorado como un signo de virtud y nobleza, hoy, invirtiendo los valores, se denuncia como degradación y humillación. No olvidemos que la mujer musulmana hoy, como hace catorce siglos, se viste igual que lo hacía María, la madre de Jesús, la paz sea con ambos, a quien cualquier mujer occidental cristiana dice venerar pero no imita.
La realidad que se esconde detrás de esta situación es muy otra. La mujer occidental moderna es un pobre ser esclavo de la moda y de un estereotipo femenino artificial. La mujer vale solamente por su cuerpo y su apariencia, poco importa su inteligencia. Y para cumplir con el 'modelo' que la sociedad le impone muchas mujeres llevan la peor de las vidas, detrás de dietas y trabajando sólo para satisfacer sus necesidades de vestuario.
Este es el saldo deplorable de la pretendida liberación femenina que, más que liberar a la mujer terminó convirtiéndola en esclava de toda una forma de consumo. El gran logro del sistema capitalista y consumista que agobia a occidente es precisamente el haber incorporado de lleno a la mujer al ámbito del consumo y la producción. Medítese sino unos breves instantes en todos los productos de esta sociedad que tienen como destinatario a un prototipo de mujer artificial, creado de la nada en las últimas décadas, y que sólo ha alineado a la mujer de su esencia y sus verdaderos valores, convirtiéndola (igual que al hombre), en un ser infeliz insatisfecho y desequilibrado.
El Islam reconoce a la mujer como compañera plena e igual del hombre en la procreación de la humanidad. Él es el padre, ella la madre, y los dos son esenciales para la vida. Su papel no es menos vital que el de aquél. Por esta razón su participación es la misma en todos los aspectos; ella tiene derecho a los mismos derechos, asume las mismas responsabilidades y hay en ella tantas cualidades y humanidad como en las de su pareja.
Dios dice con respecto a esta igual participación en la reproducción del género humano:
"¡Oh humanos!, ciertamente, os creamos de un hombre y una mujer y os dividimos en naciones y tribus, para que os reconozcáis" (Sagrado Corán 49:13; cf. 4:1).
Es igual al hombre, al asumir responsabilidades comunes y al recibir premios por sus obras. Está reconocida como personalidad independiente, poseedora de cualidades humanas y digna de aspiraciones espirituales. Su naturaleza humana no es inferior, ni distinta a la del hombre. Ambos son miembros uno del otro. Dios dice:
Su Señor les advirtió, diciendo: "Jamás desmereceré la obra de cualquiera de vosotros, sea hombre o mujer; porque descendéis unos de otros"
Es igual al hombre en la búsqueda de educación y sabiduría. Cuando el Islam ordena buscar la sabiduría a los musulmanes, no establece distinción entre hombre y mujer. Hace casi catorce siglos, Muhammad declaró que la búsqueda de sabiduría incumbe a cada musulmán, hombre y mujer. Esta declaración fue muy clara, y puesta en práctica por los musulmanes a través de la historia.
Tiene derecho a la libertad de expresión lo mismo que el hombre. Sus opiniones sensatas se toman en consideración, y no pueden descartarse sólo porque proceden del sexo femenino. Se refiere en el Sagrado Corán, y en la historia, que la mujer no sólo expresó su opinión libremente, sino que argumentó y participó en serias discusiones con el Profeta y con otros jefes musulmanes (Sagrado Corán 58:1-4; 60:10-12).
Además hubo ocasiones en las que las mujeres musulmanas expresaban sus opiniones sobre materias legislativas de interés público y se oponían a los califas, quienes aceptaban los razonables argumentos de estas mujeres. Un ejemplo específico tuvo lugar durante el Califato de Umar Ibn al-khattab.
Los datos históricos indican que las mujeres participaban en la vida pública con los primeros musulmanes, especialmente en momentos de emergencia. Las mujeres solían acompañar a los ejércitos musulmanes que entraban en batallas para atender a los heridos, preparar suministros, servir a los guerreros, etc. No quedaban encerradas detrás de las barras de hierro, ni se las consideraban criaturas inútiles, carentes de alma.
El Islam concede a la mujer derechos iguales para contratar, crear empresas, ganar y poseer independientemente. Su vida, su propiedad, su honor son tan sagrados como los del hombre. Si comete alguna ofensa, su castigo no es mayor o menor que el de un hombre, en caso semejante. Si sufre daño o perjuicio, recibe las compensaciones debidas igual que el hombre, en su situación ( Sagrado Corán 2:178; 4:45-92-93).
El Islam no relaciona estos derechos en forma estadística para descansar después. Ha tomado medidas para salvaguardarlos y ponerlos en práctica, como artículos integrantes de fe. Jamás tolera a quienes tienden a perjudicar a la mujer, o a establecer discriminación entre hombres y mujeres. El Sagrado Corán reprocha, una y otra vez, a quienes acostumbraban a creer que la mujer era inferior al hombre (16:57-59-62; 42:47-50; 43:15-19; 53:21-23).
Aparte del reconocimiento de la mujer como ser humano independiente, aceptada como igualmente esencial para la supervivencia de la humanidad, el Islam le ha dado una participación en la herencia. Antes del Islam, no sólo no se vió privada de esa participación, sino que fue considerada como propiedad para ser heredada por el hombre. Al margen de esta concepción de propiedad transferible, el Islam la consideró heredera reconociendo las cualidades humanas inherentes en la mujer. Tanto si es esposa o madre, hermana o hija, recibe una cierta parte de la propiedad del familiar difunto, parte que depende de su grado de relación con el fallecido y le número de herederos
Esta parte es suya y nadie puede tomarla, ni privarla de ella. Aunque el difunto desee desposeerla de ella, haciendo testamento en favor de otros familiares, o de cualquier otra causa, la ley islámica no se lo permitirá. Todo propietario está autorizado a testar dentro del límite de un tercio de su propiedad, de manera que ella no afecta a los derechos de sus herederos hombres o mujeres. En el caso de herencia se aplica plenamente la cuestión de igualdad e identidad. En principio, tanto el hombre como la mujer están igualmente facultados a heredar la propiedad de los familiares fallecidos, aunque puedan las partes que reciben. En algunas ocasiones, el hombre recibe dos partes mientras que la mujer sólo recibe una. Esto es señal de que no se otorga preferencia o supremacía al hombre sobre la mujer.
Las razones por las que el hombre recibe más, en estos casos particulares, pueden clasificarse como sigue:
PRIMERO. - El hombre es la persona únicamente responsable del total mantenimiento de su esposa, su familia y cualquiera demás parientes necesitados. La ley islámica le obliga a asumir, todas las responsabilidades financieras y mantener adecuadamente a las personas que están a su cargo. Es también deber suyo contribuir económicamente a todas las buenas causas de la sociedad. La totalidad de las cargas financieras son soportadas exclusivamente por él.
SEGUNDO. - Por el contrario, la mujer no tiene responsabilidad financiera alguna, excepto la pequeña correspondiente a sus gastos personales, las cosas lujosas que desee tener. Goza de seguridad económica y está mantenida. Si es esposa, la provee el marido; si es madre, el hijo; si es hija, el padre y, si es hermana, el hermano, etc., si no tiene familiares de los que depender no hay problema de herencia, porque no hay nada que heredar y nadie que legue en ella. No obstante, no se le puede dejar morir de hambre; el conjunto de la sociedad, el estado, tienen la obligación de mantenerla. De ayudarla o de proporcionarle un trabajo para ganar el sustento, y todo cuanto dinero consiga será suyo. No es responsable de mantener a nadie, además de ella. Si fuera un hombre el que estuviera en su situación, éste debe ser el responsable de la familia y de los posibles miembros que necesitan de su ayuda. Por eso, en la situación más extrema, su responsabilidad económica de la mujer es limitada, mientras que la del hombre es ilimitada.
TERCERO. - Cuando una mujer recibe menos que un hombre, no se la desposee de nada por lo que haya trabajado. La propiedad heredada no es resultado de sus ganancias y de sus esfuerzos. Es algo que procede de una fuente neutral, algo adicional o extra. Es algo por lo que no lucharon ni el hombre ni la mujer. Es una especie de ayuda, y toda ayuda ha de repartirse con arreglo a las urgentes necesidades y responsabilidades, especialmente cuando el reparto está regulado por la Ley de Dios.
En otro caso tenemos a un heredero varón cargado con toda clase de responsabilidades y compromisos económicos. Por otro, tenemos a una heredera mujer sin niguna responsabilidad en absoluto, o como mucho, muy pequeña. Para ellos tenemos algunos bienes y ayuda para distribuir por vía de herencia.
- Si desposeemos completamente a la mujer, sería injusto para ella, sería injusto para ella porque es pariente del difunto.
- Del mismo modo, si damos siempre a ella una parte igual a la del hombre, sería injusto para él.
Por ello, en lugar de ser injustos con cualquiera de ellos, el Islam da al hombre una porción mayor de los bienes heredados para ayudarle a satisfacer sus necesidades familiares, y responsabilidades sociales. Al mismo tiempo el Islam no ha olvidado a la mujer, puesto que le ha dado una porción para satisfacer sus necesidades muy personales. De hecho, el Islam es, en este respecto, más benevolente con ella que con él. Podemos decir aquí que cuando se toman en conjunto los derechos de la mujer son iguales a los del hombre, aunque no necesariamente idénticas.
La mujer goza de ciertos privilegios de los que carece el hombre:
- Está libre de algunos deberes religiosos, p.e. la oración y el ayuno, en sus períodos regulares en los momentos de parto.
- Está exenta de asistir a la asamblea obligatoria del viernes. Está exenta de toda responsabilidad financiera.
- Como madre, goza de mayor reconocimiento y honor a los ojos de Dios (Sagrado Corán 31:14-15). El Profeta Muhammad (Que Dios le bendiga y le de paz) sancionó este honor cuando declaró que el paraíso se encuentra bajo los pies de las madres.
- Tiene derecho a las tres cuartas partes del amor y de las atenciones del hijo, quedándole al padre la cuarta parte restante.
- Como esposa, tiene derecho a exigir a su presunto marido una dote adecuada, que sería suya propia.
- Tiene también derecho a recibir pleno sustento y mantenimiento del marido.
- No está obligada a trabajar, ni a compartir los gastos familiares con el marido.
- Es libre para retener, después del matrimonio, cuanto poseyera con anterioridad, y el marido no tiene derecho alguno a sus pertenencias.
- Como hija o hermana tiene derecho a seguridad y sustento por parte del padre o hermano, respectivamente. Este es un privilegio de la mujer.
- Si desea trabajar, autobastarse, y participar en el manejo de las responsabilidades familiares, es totalmente libre de hacerlo, siempre que quedan salvaguardados su integridad y honor.
Para más informaciones le recomiendo al lector visitar el rincón de la mujer en la página principal
Intolerancia y fanatismo
Hoy en día, la fe y la entrega por la causa de la verdad y la justicia parecen, para el hombre 'postmoderno', algo del más remoto pasado, algo enterrado en libros de historia que hablan de mártires y santos, una condición felizmente 'superada'! por el ser humano.
No es extraño entonces que la cultura occidental, tan alejada ya de los valores sagrados y trascendentes, tan apartada de Dios, vea como 'fanatismo' y 'locura' toda entrega sincera por la fe, todo sacrificio en aras de la verdad. Un ser preocupado sólo por sí mismo, por sus intereses inmediatos y materialistas, no puede comprender que otro hombre se sacrifique por un ideal de justicia, o que luche para liberar a sus hermanos de la opresión, o que someta a sus pasiones y no se entregue a las bajezas que degradan su condición humana.
No existió ni existe cultura más justa y tolerante que el Islam. Prueba de ello es que aceptó en su seno y protegió a los devotos de otras religiones, que prosperaron siempre bajo su gobierno.
Baste como ejemplo el caso de los judíos, que siempre vivieron tranquilos en territorio del Islam hasta hoy día (hay muchos judíos aún hoy en países como Marruecos, Turquía, Siria e Irán); sin mencionar el período de la España musulmana, Al-Andalus, en que tuvieron un florecimiento notable de su filosofía y estudios religiosos.
La cultura occidental es altamente discriminadora y no dejan de presentarse en ella, de tanto en tanto, serios brotes de racismo. 'Negros, 'judíos','moros', 'extranjeros', 'hispanos', etc. son objeto de la discriminación. Es una cultura egoísta en donde la tendencia es a separar y dividir, no hay hermandad ni una concepción universal del hombre.
En el Islam, en cambio, conviven todas las razas en pie de igualdad. Dijo el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él):
"Los musulmanes son hermanos entre sí"
y afirmó también:
"Todos los hombres son iguales como los dientes del peine del tejedor; no hay diferencia entre el árabe y el no-árabe, entre el blanco y el negro, excepto por la piedad".
Destacando que la única nobleza es la espiritual.
A diferencia de otras religiones, el Islam acepta la salvación de la gente del Libro que, al menos, crea en Dios y en el Día Final y obre el bien. Dice el Sagrado Corán:
"Los creyentes, y los judíos, cristianos y sabeos, los que de ellos crean en Dios y en el Día Final y obren el bien, tendrán una recompensa ante su Señor y no temerán ni se atribularán". (Corán 2:62)
El Sagrado Corán es perfectamente claro cuando establece que la fe no se impone por la fuerza, sino que se evidencia por sí misma a la razón y el corazón del hombre:
"No haya imposición en cuanto a la religión, pues ya se ha evidenciado la verdad del error" (Corán 2:256)
¿Tiene parangón esta apertura universal cuando se la compara con páginas sombrías de la historia como la Inquisición, el holocausto de los indígenas americanos, la esclavización de los negros, la depredación del imperialismo anglosajón, o la usurpación de Palestina por el sionismo?.
(islam en linea)
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